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Por Patricia Fernández Bieberach*
Esta etapa se caracteriza por tener un ritmo acelerado de crecimiento, que incluye no solo el aumento en peso y talla, sino también el desarrollo del vínculo con las figuras de apego.
El comportamiento general irá transitando desde una marcada dependencia, durante el primer año de vida, a una independencia creciente. Alrededor del año el niño/niña ya caminará sin apoyo. El logro de la marcha y del habla, más los avances en el control de esfínteres, constituirán los hitos principales de desarrollo.
Junto con el olfato y el tacto -los sentidos más primitivos-, la audición irá transportando las primeras palabras a través de las canciones de cuna y otros estímulos verbales. Luego tendrá la necesidad de denominar aquello que ve.
Desde los primeros meses de vida y, más especialmente, cuando el niño/niña logre sentarse sin ayuda y haya avanzado en la habilidad para coger objetos, el libro aparece como un excelente aporte para el desarrollo del lenguaje. La lectura temprana le permitirá el reconocimiento de las cosas y su denominación, incluyendo su propio cuerpo, las personas, las acciones y las emociones. De esta manera, irá avanzando hacia un pensamiento cada vez más elaborado y ampliando sus habilidades cognitivas.
Las lecturas en esta etapa deberían ser breves, con el niño/niña en contacto directo con el adulto, dejando ciertas pausas que le permitan intervenir a su manera. Las imágenes claras y coloridas, propias del libro-álbum, incentivarán acciones que complementen el relato, tales como aplausos, sonidos, golpecitos en la hoja, caricias, etc.
La repetición es un recurso natural que ayuda no solamente a memorizar lo aprendido sino también a construir espacios que favorezcan la imaginación; las rimas les resultan especialmente entretenidas. Acompañar la narración con onomatopeyas, variaciones tonales, cantos o mímicas que la lectura e imágenes sugieren, irá enriqueciendo su comprensión, y el libro se irá asociando con una actividad placentera.
La lectura temprana promueve la comprensión del mundo que los rodea, la expresión de sus emociones y a ser cada vez más claros a la hora de transmitir sus necesidades; esto último aparece como una importante fuente de protección.
Los cuentos infantiles constituyen una herramienta ideal para promover el lenguaje, el comportamiento adaptativo y el desarrollo de vínculos nutritivos.
Cerca de los 2 años, el niño/niña ya será capaz de expresar ideas y emociones de una manera más clara, empleando las palabras para manifestar lo que quiere. Asimismo, podrá crear mundos mágicos, atribuyendo vida humana a objetos inanimados (animismo) o conversar con un amigo imaginario. Y así como la expansión del lenguaje lo irá conectando cada vez más con las personas (socialización) y su entorno, también podrá sentirse invadido por miedos que alteren su diario vivir.
La lectura compartida crea un espacio íntimo que promueve la empatía, permitiendo que el niño/niña pueda expresarse e ir encontrando las maneras de superar sus temores; de allí la importancia de elegir historias que lo identifiquen.
Ya sea que le cueste dormirse, que tema a ciertos animales o que espere a un hermanito, podrán abordarse indirectamente a través de un cuento.
En esta etapa ya será capaz de seguir un relato con frases más largas y establecer un hilo narrativo. La repetición de los cuentos que ya conoce, no sólo le servirá para aumentar su comprensión sino también para anticiparse a ciertos hechos; por su escasa capacidad para manejar los tiempos, dicha anticipación le aportará una sensación de control contribuyendo a su autoestima y bienestar.
Por otra parte, la instalación de las rutinas básicas marcará un orden en su vida diaria que le permitirá, a la vez, un mejor manejo de la angustia. El sueño ya será más estable, habrá ido reconociendo las señales de que quiere orinar o defecar y manejar con habilidad creciente los movimientos de su cuerpo. El descubrimiento de sus genitales forma parte del autoconocimiento corporal y de la necesidad de irse definiendo como una persona con características propias (identidad).
Sabemos que la afectividad es el principal motor en el desarrollo del lenguaje, por lo que un niño protegido buscará nuevas experiencias para crecer.
Los libros podrían ser integrados como un juego en la medida que le resulten divertidos. Un texto breve y ágil, con ilustraciones motivantes, más un adulto cercano que funcione como mediador positivo, serán la combinación perfecta para incentivar la lectura.
Por otra parte, aunque su pensamiento todavía sea concreto, ya irá entendiendo la noción de causalidad, reconociendo personajes y secuencias lógicas básicas en un cuento. Asimismo, podrá verbalizar sus acciones e incluso narrar hechos pasados, incorporando a sus relatos el humor como un recurso fundamental que contribuya a su inteligencia emocional.
El dibujo, la música, el baile y otras expresiones artísticas, constituyen recursos complementarios que podrían mejorar la comprensión de lo leído y generar creaciones propias que potencien su desarrollo personal.
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*Patricia Fernández Bieberach, chilena, es autora y psicóloga infanto-juvenil. Ha publicado varios artículos acerca del bienestar emocional de niños y adolescentes, además de mantener su consulta de psicoterapia en Santiago de Chile. Es autora de varios libros infantiles y colaboradora en nuestro blog.
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